Buenos días querido lector:
Seguimos con la siguiente entrega del relato,
-Esta…
ahí- susurró, lívido, señalando la sala de interrogatorio… las pisadas llegaban
hasta la puerta.
-¿Has
disparado?- inquirió David.
-No…
pude, sólo vi una sombra pasar rápido y decirme que les esperaba ahí dentro…
yo… sólo soy un forense… esa sombra me da más miedo que un cuerpo
descuartizado- contestó, medio bloqueado y apretando la herida de Julián, quien
ya le faltaba fuerzas y había soltado la pistola.
David
y yo intercambiamos una mirada acólita y nos acercamos a la puerta. Nos
situamos uno a cada lado.
-¿A
qué esperan?- nos invitó una voz dentro.
David
se puso frente a ella y le dio una patada entrando y con el arma en alto, yo le
seguí alumbrando con la linterna y con el arma preparada.
-¿A
qué esperan?- repitió la voz que provenía de una grabadora.
Me
di la vuelta y Enrique nos cerró en mis propias narices.
-¡Lo
siento! Me está apuntando con un arma, me obligó- pude escuchar antes de
alejarse con pasos presurosos.
-¡Vuelve!-
rugí, forcejeando con la puerta. David y yo intentamos embestirla, inútil.
Disparamos
contra la cerradura, inútil.
Contra
los cristales… inútil, era antibalas.
-Je…
Santiago no mintió, si que se gastaron el dinero para asegurar la sala- comentó
David.
-Mira,
la puertilla del conducto de ventilación está abierto- señalé.
-Enrique
pudo abrirla para despistarnos. Para hacernos creer que “La sombra” entró y él
no lo vio salir y ahora le tenga a él. O que sea cierto lo que dice y
efectivamente salió por ahí- barajó David.
-Sólo
hay una forma de averiguarlo, si pasó por ahí, las pisadas deben estar- señalé.
David juntó sus manos para hacerme un apoyo al pie y alcanzar el conducto de
ventilación. Enfoqué con la linterna.
-No
hay ningún rastro, o Enrique miente o “La sombra” para salir se quitó el
calzado y esperó en algún rincón oscuro apuntando a Enrique- propuse entrando.
-Buena…
jugada… lo de las…pisadas- jadeó al subir al conducto levantando su cuerpo con
los brazos y entrando. Yo no tenía espacio para darme la vuelta y ayudarle.
No
sé cuanto tiempo estuvimos en el conducto de ventilación, apenas se podía
avanzar por él de lo estrecho que era y nos movíamos con cautela para no hacer
ruido y alertar a “La sombra”.
-Definitivamente
no pasó por aquí- me di cuenta al pasar por la cuarta ventanilla, que era tan
pequeña que sólo un niño pequeño cabía por ahí.
-Nos
preparó una trampa para que estuviésemos rato aquí… la verdad que no teníamos
otro remedio… y él lo sabía- se figuró, rabiando.
-Sabrá
por donde saldremos y puede esperarnos y en lo que saltamos dispararnos-
imaginé.
-Pues
no bajemos en la primera sino en la segunda, ya está bien de seguirle el juego-
dictaminó David.
Y
así lo hicimos.
Apagamos
las linternas para no ser descubiertos y no pronunciamos palabra.
La
única luz que nos alumbraba era la que entraba por las ventanas, procedente de
farolas de la calle.
En
el tiempo que estuvimos en el conducto “La sombra” se había asegurado de que al
amanecer y cuando llegase los periodistas para hacer el reportaje se enteraran
de que aquí había algo…
Había
grabado su nombre en las paredes, en los suelos en el mobiliario, en los baños,
en los espejos…
Y
todos los casos retrasados resueltos.
A
veces al pisar nos resbalábamos con la sangre fresca de sus pisadas…
También
había escrito su nombre con sangre cerca de los cuerpos caídos.
Julián
ya había expirado.
Su
arma no estaba.
Ni
la de Enrique.
Voces.
-En
la cámara de los muertos- me susurró David al oído.
Nos
dirigimos allí a trote y tratando de no hace ruido.
¡Disparo!
Oí
un cuerpo caer.
David
y yo encendimos las linternas, corrimos, escuchamos nuestras pisadas, armas
preparadas, una linterna se apagó dentro de la cámara, abrimos la puerta, “La
sombra” en la ventana, disparamos…
Las
balas rebotaron en la ventana ya vacía.
David
se alongó por la ventana y disparó a lo único que distinguió, una sombra que
desparecía por las escaleras de incendio y entraba por otra ventana.
-¡Maldita
sea! Tan cerca…- bramó rabioso.
-¡David!
¿Y si fuera Maca? “La sombra” empezó a actuar cuando ella desapareció a pedir
ayuda… y ya debería haber venido esa ayuda- apunté, señalándole el cuerpo de
Enrique, metido en una de las cámaras que se abren tirando por el manillar de
la puerta, estaba a medio cerrar y Enrique tenía manos y pies atados y una bala
en el estómago.
-¿Quién
le iba a decir que él acabaría guardado junto con los otros a los que le hacía
la autopsia?- opinó David, -si, tiene que ser Maca, no hay nadie más- sus piró
al fin mientras salíamos.
-¡David!
¡Elisa! ¡Enrique! ¡¡Socorro!- gritó Maca.
Corrimos
guiados por la voz.
Pronto
se acabaría el juego.
Llegamos
a uno de los pasillos comunes, Maca corría en dirección opuesta, hacía
nosotros.
A
cinco metros, David y yo nos paramos y la apuntamos.
Ella
paró y también nos apuntó.
-¿Qué
hacen? Bajad las armas- exigió, sin bajar la suya.
-No
esperes eso de nosotros, baja tú la tuya- ordené, ninguno la bajó.
-Hay
que dejarse de tonterías, “La sombra” está aquí, viene a por nosotros, me tuvo
atada y me dio un golpe cuando bajaba por la escalera- relató, respirando con
agitación.
-Ya,
“La sombra” ha actuado desde que te fuiste- sentenció David.
-Te
juro que yo no soy, estaba con los dos cuando mató a Santiago y David- nos
recordó.
-Ellos
pudieron matarse pensando que el otro era “La sombra”- expuse.
-¡¿Qué?!No…
¿Y Enrique?- se dio cuenta.
-Muerto-
contesté, parecía muy asustada pero tenía bastante presente que “La sombra” era
buen actor o actriz que había estado engañando a los demás durante años.
Atentamente,
Elena Rojas
0 comentarios:
Publicar un comentario