Buenos días querido lector:
Como
prometí, hablar un poco más de los personajes que salían en los vídeos y despistaban.
Al igual que Alonso Salazar de Frías, son todos personajes reales que
existieron y participaron en el caso de las brujas de Zugarramurdi.
Miremos
ahora a los compañeros de “El abogado de las brujas”. Sus compañeros
inquisidores, el fiscal y el secretario. Estos eran:
Alonso
de Becerra Holguín: monje de cuarenta ocho años perteneciente a la orden de
Alcántara. Fue admitido en dicha orden en la ciudad que lo vio nacer (Cáceres).
No obstante, vivió principalmente en Alcántara y Salamanca. Su labor como
inquisidor comenzó a sus cuarenta años y, exactamente el 26 de marzo de 1601,
entró en el Tribunal de Logroño.
Juan de
Valle Alvarado: clérigo de cincuenta y
cinco años cuando entró en el tribunal de Logroño y congenió enseguida con su
colega Becerra (lo cual entonces no es de extrañar que discutieran con
Salazar). Procedente de Santander, fue párroco y comisario inquisitorial. Tras
esto fue secretario del obispo de Burgos durante muchos años y luego del de
Valladolid (Juan Bautista de Acevedo); cuando éste ascendió a Inquisidor
General en 1603, Valle le acompañó como secretario de cámara y, a la muerte de
éste en 1608, se convirtió en el flamante inquisidor justo a tiempo para las
brujas de Zugarramurdi.
En
cuanto al fiscal, Isidoro de San Vicente, ocupó la plaza vacante que había
dejado Juan Laso de la Vega. A sus veintinueve años, se incorporó en septiembre de 1608 al
tribunal. Congenió con sus dos superiores también enseguida.
Por
último, el secretario Luis de Huertas y Rojas también tenía veintinueve años
cuando llegó a Logroño.
De
modo que, si os dais cuenta, el caso de las brujas de Zugarramurdi tuvo la
extraña casualidades que se encontró en el Tribunal de Logroño a un equipo
recién llegado de todas partes y que no llevaban demasiado tiempo allí. De
hecho, el último en incorporarse sería Salazar el 20 de junio de 1609 (con
cuarenta cinco años) ya fraguándose la impresionante historia. Rápidamente chocó
con sus otros dos colegas por tener un pensamiento adelantado a su época.
¿Cómo
sabemos esto? Sus continuas disputas quedaron patentes en los documentos. Al tener
los tres inquisidores el mismo rango debían ponerse de acuerdo antes de actuar
y sus votos debían ser unánimes. Como no lograban ponerse de acuerdo tenían que
enviar continuos requerimientos a la Suprema para poder solventar las
desavenencias.
Atentamente,
Elena Rojas
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