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sábado, 1 de julio de 2017

La francesita: el comienzo de todo


Buenos días querido lector:

He aquí el origen del todo, si, las brujas de Zugarramurdi marcaron el más negro capítulo de la historia de las brujas en el norte de España, implicando hasta el mismo Inquisidor General, o incluso el rey. Pero para entonces la historia estaba muy empezada.

¿pero cómo comenzó si ni siquiera se conocía la palabra "bruja" en aquellos pueblos?



Esta es la historia de la entrañable “La Francesita”. Su nombre real, María de Ximildegui.
Esta chiquilla tenía padres franceses que vivieron en Zugarramurdi hasta que la joven cumplió los dieciséis años, momento en que se trasladan a vivir a Ciboure; un pueblo costero francés situado a tres leguas.
María volvió a Zugarramurdi con veinte años para servir mientras sus padres se quedaron en Ciboure.
Pero vivir cuatro años en el pueblo francés le permitió familiarizarse con algo que era del todo desconocido en los reinos españoles:
¡Brujas!
En Francia estalló la gran persecución contra las brujas. En Ciboure y el pueblo colindante (San Juan de la Luz) hubo una impresionante cacería brujeril instigada por Pierre de Lancre. Tal era el miedo que se tenía a los brujos que la gente se resguardaba por la noche en la Iglesia con vela encendida en mano. Esta gente temía ser llevada al aquelarre.
La propia María de Ximildegui, empezó a pasar noches en casa de una amiga y, después, a acompañarla a divertidos bailes en la playa durante la noche. Cuando se dio cuenta, asistía a asambleas de brujos a la orilla del mar bajo presencia del Demonio (según su testimonio).
Así permaneció durante año y medio hasta la Cuaresma de 1608. En esas fechas la joven decidió volver al Cristianismo y acudió al párroco, el sacerdote Hendaya. Le comunicó al clérigo que tenía miedo de las represalias de las brujas y que durante siete semanas había caído gravemente enferma, a borde de la muerte, debido al dolor y las figuraciones del castigo que le esperaba.
Convencido el sacerdote, pidió al Obispo de Bayona permiso para la absolución de la moza, que fue concedido en julio del mismo año. Así que María fue absuelta y se le dio comunión.
Tras esta experiencia de la cual claramente no fue consciente de la suerte que tuvo de no ser sometida a tortura o quema en la hoguera. Al regresar a Zugarramurdi, empezó a comentar con el populacho sus aventuras y peripecias con las brujas.
Así que la gente empezó a conocer a las brujas y hablar de ellas.
A temerlas.
A ponerles cara de sus vecinos.
A acusarlas.
María de Ximildegui llegó más allá. Empezó a señalar vecinos suyos afirmando que habían participado con ella en aquelarres, fue tal su donaire y encanto, su convicción y viveza; sus detalles en los relatos. Que la creyeron y así fue el comienzo de la etapa brujeril en los reinos españoles que desencadenó una auténtica fiebre y terror, persecución y castigo sin freno ni control.
El Tribunal de Logroño tomó cartas en el asunto y, en vez de acabar con la plaga de brujas se multiplicó y destapó un sinfín de aquelarres;  tal fue el escándalo que llegó al Consejo de la Suprema, interviniendo el mismísimo Inquisidor General:
Bernardo Sandoval y Rojas, protector de Alonso de Salazar de Frías.

Atentamente,                                                                                                   
Elena Rojas                     
                                                                 


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