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sábado, 9 de abril de 2016

Los castillos que nos salvaron: supervivientes en la costa (2º)


Buenos días lector:

Hoy vamos a ver un poco más allá de la historia singular de las Islas Canarias y para ellos echaremos una revisada a unos artículos anteriores dado que están conectados con lo que comentaremos hoy
Como bien se ha comentado y se sabe, estas islas eran punto estratégico en el océano Atlántico y, por tanto, estaba en el punto de mira de varias potencias. Como ya se vio en el artículo: El cañón Tigre y el Almirante Nelson, el imperio británico intentó hacerse con ellas y fracasó. Pero no sólo nuestras costas sufrieron intentos de colonización, sino de piratería, siendo necesario entonces fuertes y castillos en las costas para defenderse de estos ataques. En su momento vimos Los castillos que nos salvaron: supervivientes en la costa. Los fuertes claves en la capital de Santa Cruz que nos libraron de pertenecer a otras potencias o ataques piráticos. 

Pero esto no quiere decir que sólo la costa de la capital fuese atacada, Tenerife necesitaba tener otros castillos defensivos en las zonas portuarias, como es el Puerto de la Cruz.



La primera fortificación bélica a destacar es el Castillo de San Felipe, hoy en día muy bien conservado al contrario de algunos vistos en Santa Cruz en el anterior artículo. Tiene densa y variopinta historia:



Comenzó a construirse en 1599 y se finalizó en 1604. Tiene una curiosa planta pentagonal con dos plantas y estilo colonial. Si bien al principio fue rodeado por un foso luego se cambió a una pasarela fija. Antes de este fortín tan sólo había dos cañones sobre una plataforma que, sin bien sirvió de defensa ante ataques piratas resultó evidente la necesidad de algo más robusto (y aún así, se evitó un ataque compuesto por cinco navíos piratas). El emplazamiento constó entonces con tres cañones y podía alojar hasta 35 soldados  en su segunda planta.

Tras su función esencial defensiva a partir de 1949 empezó a desempeñar otras funciones como lazareto, ciudadela, depósito, sociedad de tiro, restaurante y (actualmente) centro cultural para exposición y concierto.

Con estas sucesivas funciones ha sido posible su restauración y renovación conservándose hoy en día en perfecto estado.


Otra fortificación a destacar y que se encuentra en un agradable paseo por la costa del Puerto es la Batería de Santa Bárbara, mandada a construir por la noble familia de Franchy en el siglo XVIII. Se componía de empalizada, garita y un polvorín; además de cuatro cañones (uno del siglo XVIII y otro del XIX) cogidos de un buque holandés y por ello hoy en día podemos ver sus insignias en los dos cañones conservados.

Toda esta estructura está muy bien conservada y cubre buena parte de la costa que da a mar abierto. El polvorín actualmente son oficinas gubernamentales y el resto se puede pasear por el para disfrutar de las vistas y recordar el convulso pasado de la isla.



Atentamente,                                                                                                   

Elena Rojas                     
                                                                 
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