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martes, 25 de agosto de 2015

Homenaje al aburrimiento



Buenos días querido lector:


He aquí un homenaje y un guiño a todos aquellos que hacen acopio de fuerza moral y buen humor para ganarle la batalla al aburrimiento y la monotonía que puede llegar a desquiciar y frustrar en aquellos oficios que, por las circunstancias, sólo te queda cumplir y dejar pasar el tiempo cuan lento es en esos momentos exasperantes.
Si, en esos ratos donde ya has contado todas las baldosas del suelo, leído tres libros en una semana, dado incontables vueltas alrededor de un patio o una sala desierta cuando ya el sol cae. Descubrir a compañeros aprendiendo inglés mientras, con la radio pegada a la oreja o hablando para sí mismos.


Las 9:15.
Bostezo.
La guagua viene retrasada dos minutos.
Bostezo.
Hoy el hombre del maletín y suéter a rayas no encontró la plaza para aparcar donde le gusta. Aparcó su coche Volvo más a la izquierda.
Rasco de la oreja derecha.
Hoy las flores de la plaza se empiezan a estropear.
Se recoloca el cinto y el llavero.
Ahí llega la guagua retrasada.
El llavero es la pistola, pero cuelga igual de inofensiva que un llavero. Salvo que las llaves se usan a diario y la pistola nunca.
Allá va el dueño de la tienda que va a abrir, tan gruñón como siempre. Hoy lleva la camisa de los lunes.
Rasco de la oreja izquierda.
Tres…dos…uno.
El avión si es más puntual.
Las 9:17.
Aún queda media hora para el relevo y cambio.
¡Y menos mal que no son las ocho horas seguidas viendo el mismo cuadro de paisaje!
¡Menos mal que para aburrirse menos se va rotando de puertas!
Estiramiento de la pierna izquierda.
Y no poder apoyarse en la puerta, contra. Aquí recto y derecho. Rostro neutro.
Ahí van las dos señoras para su desayuno matutino ¿Qué te apuestas que hoy toca croissant?
Estiramiento de la pierna derecha.
¡Sí! Compraron croissant ¡Lo sabía! Los días que llevan botas extrañamente les da hambre de croissant.
9:19.
Envía mensajito al compañero. Respuesta al mensajito.
“Aburrido”.
¡Ya se sabe! ¡Obvio! Lo de todos los días, aparte de eso, carajo.
“Aburrido”.
Se guarda el móvil ¿Para qué insistir? ¿Para qué preguntar al resto de compañeros? Le pondrían lo misma dichosa palabrita que tenían todos pegado a la boca.
A cincuenta metros se acerca el mozalbete.
¿A que saluda? ¿A que saludaaa?
Saludo del pobre chico, como todos los días. Ahí enfrente, con todo su respeto; imitándolos, admirándolos.
Miró muy sutilmente si había superiores caminando por la zona. Sin moros en la costa.
Respondió al saludo. Reprimiendo una sonrisa, casi cariñosa, casi entrañable.
Empezaba a lloviznar, pero seguro que llovería fuerte a la hora de la salida, sólo para fastidiar.
Pero faltaba algo.
Quizá vendría en la siguiente guagua.
Efectivamente.
Podía divisarla.
No la veía bien pero no había dudas.
Aquella figura con paso ligero, bolso marrón en el brazo izquierdo y gafitas negras de pasta.
Iba en su mundo y con prisas, despistada y mejor para ella. En cuanto cruzase y fuera al otro lado seguro que oiría los berridos de su compañero.
Y….
Ahí estaba.
Su compañero saludándola por el otro lado. A chillido limpio.
Que la joven era tímida pero no sorda, pero quizá su compañero no se lo había planteado. Y luego se preguntaban por qué le daría corte a ella saludarlos.
Normal….lo raro sería que no le diese un infarto.
Espera, espera, ahora vendría la pregunta estrella:
“¿Aburrida, mi niña?”
No, ella no. Ellos sí.
Demasiado educada como para que la joven les devolviera la pregunta, debía estar aburridita de que se la hicieran mientras abría la puerta.
En fin, parte de la rutina; solo un detalle de lo fatigoso y trepidante que era una jornada de guardia.
Bostezo.

Atentamente,

Elena Rojas


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