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jueves, 13 de agosto de 2015

Hijo de Oriente


Buenas tardes querido lector:


¡Un relato mientras sigo poniendo todo a punto!

y si...falta el final, pero no os preocupeís, mañana mismo colgaré la segunda parte, de este segundo paso que estamos dando antes de dar el tercero, con arranque de todo lo nuevo, ;)

Había una vez, como se dice en la mayoría de los cuentitos, en una tierra dorada vieja donde el sol tardaba el día entero en saludar a todo el Imperio Chino, un general y un hijo.
El general, como la mayoría de los servidores de los emperadores, era absolutamente leal a su alteza y por él daría hasta la vida, por él dejaría morir antes a su amada familia que fallarle en una misión confiada, por el sacrificaría antes a su ejército entero de miles de soldados valientes…
Sin el emperador, dejaría de tener sentido su vida, pues había nacido para ser elegido por los dioses de proteger al emperador de toda China y si él caía, todo los reinos caerían en las más oscuras sombras y los dioses darían la espalda a los humanos para no regresar a su lado jamás.
Tan importante era su misión, tan pesada carga en los hombros que jamás descansaba o se relajaba, el dormir tranquilo de emperador, sabiendo que estaba en buenas manos era gracias al no dormir del general.
Pero el general, a pesar de ser el más valiente y hábil de todos los guerreros chinos, aunque fuera el maestro venerado y ningún enemigo de china se atrevía a desafiarle….era humano, y el ser mortal le estaba traicionando, pues los años también estaban cargando sus hombros y la espada cada vez pesaba más, la vista se iba nublando y el silencio adueñándose de sus oídos.
La muerta le empezaba a saludar en sueños con frecuencia. No la temía, se sentía cansado y había visto un asiento reservado entre los grandes emperadores de China.
Pero su emperador era más joven que él y al morir ¿quien le protegería cuando ya no estuviera?
Esta pregunta empezó a clavarse como mil alfileres en la espalda cuando se acostaba por la noche y no le dejaba estar en paz con la vida para despedirse antes de marcharse.
Una mañana se acercó al estanque de su casa donde nadaban tranquilamente las flores de loto, esperando, tal y como rogaba a los dioses, una respuesta a su plegaria de cómo proteger al emperador una vez él muerto.
Vio el reflejo de su hijo en el estanque, vio su mirada clavada en el reflejo de los ojos de su padre y así, sin tener que musitar una palabra ni mirarse directamente a los ojos. Llegaron al acuerdo.
Él continuaría su labor, así su padre podría descansar en paz…
No obstante, debería prepararse, y su padre se encargaría de darle el mejor entrenamiento para tan importante cometido….
Y así lo hizo ,
Lo empezó a entrenar duramente…no por ser su hijo tendría reparos en someterlo a las más duras pruebas para convertirlo en el mejor guerrero, de inocente cachorro a feroz tigre. Pues no debía de estar a la sombra y recuerdo de él cuando la muerte lo hubiese mandado a llamar, debía estar tan por encima que todo el Imperio Chino, incluso el emperador, olvidasen rápidamente que un día hubo un guardián fiel y valiente antes que su hijo…debería ser tan buen guerrero que hiciera que su maestro agachase la cabeza de su ignorancia y poca destreza en comparación a la adquirida ahora por él…
Esa sería la tranquilidad del general, y descanso, su único premio después de una vida entregada al servicio del emperador y China, la continuidad de la existencia del mundo que conocía, que el sol siguiera tardando todo un día en saludar el vasto reino del emperador.
Ello se convirtió en su sueño, en su obsesión hasta el delirio, tan dura consideraba la labor que encomendaba a su hijo que era necesario que se entrenase bajo durísimas pruebas ante las inclemencias del tiempo, sin comer o dormir, ni él ni ningún soldado o sabio chino sabía qué adversidad podía amenazar la vida del emperador, debía estar preparado ante cualquier circunstancia.
Así que cada amanecer y cada anochecer incrementaba la dureza de la preparación de su hijo, otros mandos chinos con respeto y palabras se dirigían al general y daban su humilde opinión:
-El hijo del mejor de los generales que recuerdan nuestros dioses es diestro soldado ya y temido en los reinos enemigos de China y de nuestro amado emperador-
Mas el general contestaba:
-No es ni más fuerte ni más hábil, ni más sabio o veloz como yo, ha de superarme y derrotarme para que esté preparado para relevarme antes de irme-
La esposa del general y madre del hijo clemencia pedía, viendo sufrir a su hijo en tan duro, incluso cruel, entrenamiento. Mas el general no escuchaba, así que ella derramaba las lágrimas de su hijo, y gritaba los alaridos de dolor que su hijo callaba.
He de nuevo, que los otros mandos chinos se acercaban al general, con igual respeto pero menos moderados, alarmados de las pruebas tan extremas que sometía el general a su hijo:
-El hijo del mejor de los generales que recuerdan nuestros dioses es diestro soldado ya y temido en los reinos enemigos de China y de nuestro amado emperador. Ya es más fuerte y más hábil, más sabio y más veloz. Ahora te ha superado y es hora de que finalice su preparación o el emperador se quedará sin guardián-
Pues ya se temía su muerte en dicho entrenamiento, tantas horas sin dormir, tantos días sin comer, si la sangre había de correr sin vergüenza por haber errado, esta corría sin pudor del general.
-Pero no me ha derrotado-
Replicaba el general, obstinado en su sueño, en su obsesión…hasta el delirio.
Dado que nadie era capaz de convencerle y el hijo callaba y obedecía como todo buen hijo chino ha de hacer, el emperador decidió mandarlo a llamar.
-Visto he que has elegido sucesor para mi protección y he de decirte que has sabido escoger, pues has pulido al mejor de los guerreros, tanto es así que ahora el aprendiz superó al maestro…mi pregunta es por qué no consideras finalizada tu labor-
El leal general se postró ante su amado emperador y humildemente contestó:
-Porque ha de estar dispuesto ante todo, como yo, en proteger vuestra vida. Y esto no es así, no ha vencido la última prueba-
-¿Qué prueba es esa que estimas que demuestra que estará dispuesto a todo con tal de salvar mi vida si así hiciera falta?-
-Derrotarme, en un combate a muerte, si es capaz de ello, nada le detendrá, su alteza es lo más importante, si no, todo el imperio chino se verá sumido en la oscuridad-
-Se niega a matar a su padre-
-Mi emperador, no se trata de eso, bien sabe mi hijo que la muerte hace tiempo reclama mi presencia en su mesa y ya está molesta de mi tardanza, es capaz, sólo que no tiene confianza de poder vencerme en combate-
-Respeto tu decisión pues, sólo cada maestro entiende por qué una lección y no otra, lo que no logro comprender si te ha superado como guerrero, que no tenga confianza de dicha verdad, tan evidente para todos-
-Tampoco para mí-
Y general se retiró.
El emperador, que aún era joven, no tenía la experimentada sabiduría de sus antecesores, sin embargo, eso no le impidió meditar medio día y media noche, para hallar la respuesta, conocía su guardian y tras ese tiempo de reflexión, halló la respuesta y volvió a mandar a llamar al general.
-Mi recuerdo de ti llega con mis primeras palabras pronunciadas, te conozco y sé por qué tu hijo no alberga confianza en sí mismo. De nada le ha servido que todos los soldados de China se inclinen para jurar que él es el mejor, ni siquiera si lo reconozco yo…sólo le valdrá de tus labios. Vuelve a combatir contra tu hijo, pero antes deberás decirle que lo amas y que confías en él…no te vayas de nuestro lado sin haber expresado qué es lo que sientes. Para tu hijo, ese será el mejor entrenamiento de todos que le hará implacable a la hora de protegerme-
El general se consternó ante la recomendación, pero era su emperador y le obedecería hasta si mandase que se quitara la vida delante de él.
Y el general cumplió con su hijo…
Y esta vez…
El hijo cumplió con su padre.
Ambos quedaron en paz.


Atentamente,

Elena Rojas

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