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jueves, 13 de agosto de 2015

Curiosidades de la brujería


Buenas tardes querido lector:

Curiosidades de la brujería

Características de las brujas:
Puesto que estamos tratando acerca de la figura de las brujas y hechiceras convendría tener una visión (aunque general para no extendernos demasiado) clara acerca de estos personajes.
Este apartado está en parte relacionado con las demandas de sus servicios, recordando que uno de ellos es el conocimiento las artes adivinatorias entran en una de las cualidades atribuidas a las hechiceras.
La adivinación se considera pecado mortal porque averiguar cosas que sólo Dios debe saberla, por lo tanto, se está usurpando la sabiduría. Hay distintos tipos: necromancia, nigromancia, hidromancia, geomancia, piromancia, avispicios, astrología, adivinación por agüero, quiromancia, especulancia y espatulomancia.
Además se las cree capaces de sanar enfermedades sin medicinas, solamente con palabras dichas en determinados días y horas sobre la herida y estas sanan, son los llamados ensalmos. También está las nóminas, cédulas en que están escritos algunos nombres buenos o malos, e incluso oraciones; estas cédulas se cuelgan al cuello para sanar calenturas, fiebres tercianas y otras dolencias no sólo en hombres sino en bestias, árboles, mujeres de parto, etc. Otro tipo sería los saludadoras/es, curando con el aliento o la saliva, sobretodo este método era usado para la rabia.
En cuanto a la suerte en determinadas actividades como el juego o la caza, o en las relaciones sentimentales, en vez de artes adivinatorias o palabras usaban la hechicería: medicamentos hechos con raíces, animales, aves…
Visto los métodos usados para realizar los servicios de la sociedad, una imagen general y clara alrededor de esta misteriosa figura podemos empezar diciendo que se la relacionaba con la demonolatría, apostasía y el pacto diabólico. Se las acusaba de llevarse a los niños de cinco años (si no estaban protegidos con la cruz o agua bendita) para el aquelarre, de transformarse en puercos, gatos, perros, cabras, yeguas, ovejas… de dañar cosechas, envenenar al ganado, matar cristianos o tempestades para los navíos.
En añadidura, se las creía capaces de volar grandes espacios en corto tiempo a lomos de animales fantásticos o en escobas, de pasar en huecos estrechos como el ojo de una cerradura y de chupar sangre de niños.
En cuanto a su físico: es vieja, fea, celestinesca, repugnante y deformada.
En todo momento se suele vincular la magia negra con la mujer hablando más de brujas y hechiceras que de magos, lo que no implica que el género masculino se eximiera, se le vincula más a los saludadores y brujo-astrólogo.
Opinión de intelectuales acerca de la bruja, pensamiento individual:
La única manera de estudiar la opinión de la sociedad acerca de estas mujeres y algunos hombres también es leer lo que han dejado escrito, que son los intelectuales de la época, los únicos que sabían escribir y tenían tiempo para dar su opinión.
Además, el estallido de la locura brujeril en la montaña pirenaica no podía dejar ciertas plumas tranquilas: era necesario abordar objetiva, serena, imparcialmente esas imputaciones y creencias; la religión, la sociedad lo requerían en imperativa moral.
Los primeros testimonios de las teorizaciones acerca de la brujería en España lo hallamos en el siglo XV:
Fray Lope de Barrientos, en su Tratado de la adivinanza tendrá en total 19 dudas acerca de las cualidades que se les atribuye, creyendo que en verdad son ilusiones provocadas por los espíritus malignos que se aparecen y engañan a las almas, y cualquiera que crea en la realidad de todo esto es peor que un pagano, siendo del todo punto imposible que las brujas entren a través de los quicios de las puertas, se conviertan en ánsares o chupen la sangre de los niños.
En esta vertiente escéptica se sitúa también Alfonso de Madrigal, el Tostado, que en el capítulo 13 de su Comentario sobre el Génesis.
Alfonso de Espina en su Fortalitium Fidei (1467) argumentará que los mitos no son más que mera ilusión, aludiendo que el demonio tiene poderes limitados para hacer que un hombre se convierta en serpiente, en ave, o en planta.
Bernardo Bassin, en De artibus magicis ac magorum maleficiis (1483) opinará también pura fantasía los rumores aunque admite la posibilidad de que exista culto brujeril.
Martín de Arlés y Andosilla, en su Tractatus de Superstitionibus (1510), niega dar crédito a la capacidad de volar por los aires y de metamorfosearse, explicando esto por la autosugestión que experimentan tales personas que, inducidas por el diablo, imaginan en su fantasía tales hechos.
El primero en reflexionar tras el comienzo de las persecuciones fue Martín de Castañega, predicador del Santo Oficio, con su Tratado muy sutil y buen fundado de las supersticiones y hechicerías publicado en Logroño en 1529. ¿Qué piensa el teólogo franciscano del pacto diabólico, del vuelo a los conventículos demoniles y de la transformación en animales? Levanta, en primer lugar, una arquitectura dual, simétrica e inversa entre los sacramentos de la Iglesia Católica instituidos por Cristo y los execramentos a las supersticiones y hechicerías, las palabras oscuras y rituales, los ungüentos y polvos, los conjuros, toda clase de ceremonias mágicas, talismanes, piedras y demás vanas invenciones. No cree mitos como que vuelan, sino que están engañadas por el demonio, al igual de pasar por lugares minúsculos.
Al mismo tiempo escribía el canónigo inquisidor y matemático aragonés P. Ciruelo su tratado Reprobación de las supersticiones y hechicerías. También su sentido común se alza para desbordar a veces la precisión y formulación filosófica de la creencia, haciendo aflorar el carácter objetivo y positivo del raciocinio propio de un eminentemente matemático. Su argumentación es “apenas se puede creer, en verdad, que esas mujeres sean transportadas por los aires a parajes solitarios para reunirse con los demonios”, comparte con Castañeda que no es más que engaño e ilusión producidos por el demonio.
En la segunda mitad del quinientos encontramos la opinión de que aunque el vuelo a la orgía nocturna sea raro puede tener lugar porque es algo que cae dentro de la capacidad del demonio. Ahora bien, eso que cabalguen con Diana y Herodías… Francisco de Vitoria (un profesor salmantino en sus Relecciones teológicas (1540)) razona “no tiene sentido porque Diana no ha existido y Herodías está en el Infierno y no puede salir de allí”. Con esto se ejemplifica que el sentido común de la época triunfaba frente a la credulidad europea.
Recordemos que estos escritores escriben en un momento de fiebre y temor brujeril, en una época en que era difícil la duda y había que crear fundamentos e imaginar la argumentación que la hiciera posible y razonable, ir, en otras palabras, contra corriente. Se apoyan en la experiencia, busca pruebas “conforme a razón”, discrimina y pondera desde una tendencia y actitud personal juiciosamente positiva. Sus Tratados contribuyeron al acervo intelectual benéfico que mitigó los rigores y orientó el pensamiento por vías racionales y pragmáticas. Difícil era entonces, y difícil es hoy, pensar con independencia, oponerse a la creencia vigente en una época, al común sentir y valorar de la autoridad y del experto. Con sus obras conforman tanteos positivos, una avanzadilla de pensamiento individual y una convicción propia frente al mito brujesco franco-alemán, suizo y holandés.
Lo que se acaba de comentar no implica que todos los intelectuales fueran escépticos, pues hasta los sumos Pontífices han contribuido durante los cien años a estimular y confirmar con sus promulgaciones la existencia y poder de la brujería en su Canon Episcopi. Además de esto, no sólo la fuerza de la creencia arrastraba y dominaba a católicos y protestantes, quienes la propagaban por escrito sus elucubraciones y argumentos, también los magistrados y jueces aceptan esos postulados y con sus persecuciones reales, acusaciones, testimonios y frecuentes juicios instauraban terror demoniaco- brujeril entre ricos y pobres, en la ciudad y en el campo.
Por ver unos casos contrarios mencionaremos a Fernández de Oviedo, con Batallas y Quinquagenas (1551) que alude a las hechiceras que se encuentran en gran cantidad en el reino de Navarra. A Domingo de Soto, en De la Justicia y del Derecho (1556), que se inclina a certificar la realidad de dichos vuelos y traslaciones. Al franciscano Alfonso de Castro en De Iusta haereticorum punitione (1549) donde nombra hombres poderosos que sirven a demonios. Antonio de Torquemada, influido por Catro, escribirá en Jardín de flores curiosas (1570) que admite los vuelos nocturnos y el aquelarre. Sin embargo, el mayor ejemplo será Martín del Río y las Disquisiciones mágicas, donde se refleja la creencia de los ítems brujeriles: le parecen endebles los argumentos de los escépticos y se apoya en el Canon Episcopi, aunque reconoce cosas imposibles para el demonio (como hablar con Hércules y Aquiles, que están en el inferno, o cabalgar sobre bestias, que no pueden cubrir tanto recorrido tan deprisa y por el aire, o ir de cabalgata con Diana o con Herodías, ya que Diana no existe y Herodías está en el Infierno) pero el mismo canon menciona otras cosas que ni van contra la naturaleza, si superan los poderes de Satanás, según él. Concluye afirmando que “ a veces el demonio traslada de verdad a las brujas de un lugar a otro, cabalgando a lomos de un macho cabrío u otro animal generalmente fantástico o en alguna caña verdadera, o un mango de escoba también verdadero, pero manejado y sostenido por el demonio, para que asistan físicamente a la asamblea infame”.

Atentamente,

Elena Rojas

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