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jueves, 13 de agosto de 2015

La sombra ignorada


Buenos días querido lector:

este es un relato corto, pero no tanto, he aquí dos folios...hay 26

empecemos:

LA SOMBRA IGNORADA



Silencio.
Soledad.
Oscuridad…
Factores independientes e inofensivos que si los sumas y los mete dentro de un edificio podría dar miedo…
A niños…en circunstancias normales.
A cualquiera… en estas circunstancias.
Ahí estábamos… armados, con linternas, pistolas y esposas.
Juntos… pegados unos a otros.
Pero estar a medio metro de una persona no significa estar a su lado…
Abismos de duda y miedo nos separaban leguas…
En realidad estábamos solos y oliendo a muerte.
Dos de nosotros yacían muertos.
Uno, en su mesa de trabajo.
El otro, en el baño.
Eran el jefe del centro y su antiguo ayudante.
¿Conocen la leyenda del fantasma de la ópera?
Entonces imagínate esa historia trasladada a un centro de investigación en vez de un teatro. Aquí no hay actores; hay policías, científicos, investigadores, forenses…
Imagínate que en vez de en los corredizos o escenarios, salas de interrogatorios o donde se analizan las pruebas es donde ocurre cosas extrañas… sin explicación, sin una cara visible…
Imagínate que el fantasma no canta ni entiende de música… entiende de pruebas y rastros, de casos difíciles que sólo él resuelve…
Imagínate que no firma como el fantasma de la ópera sino como la sombra…
No gira en torno a una historia de amor… sino un misterio que empezó como enigmático, incluso podía hablarse de un aliado… hasta que empezó a cambiar y la suerte otorgada se convirtió en infortunio.
¿Lo tienes?
Si es así te contaré lo que aquí sucedió y lo que en aquí se quedó.
Por aquel entonces yo no era más que una joven que acababa de incorporarse como ayudante de detective y como todos los novatos, con ansias de que se presentase un gran caso para resolverlo y así triunfar y tener prestigio.
Yo, ilusionada por  ser una detective e ir detrás de asesinos en serie, como en las series policíacas, y no quedarme en una aburrida comisaría donde sólo se recogiesen denuncias simples (así lo consideraba cuando sangre inexperta corría aún por mis venas) hice lo habido y por haber para acabar destinada en el centro de investigación de mayor fama de mi región, (mis compañeros también lo intentaron, todos queríamos formar parte del aquel centro  donde ningún caso era cerrado sin estar resuelto, ningún asesino, secuestrador, traficante o simple chorizo quedaba libre…) ahora, que han pasado años supongo que me llevé yo el puesto porque realmente estaba obsesionada.
Ilusa  de mí, estaba segurísima de que si al final acababa destinada ahí y me llevaba la plaza, descubriría el secreto del éxito, las claves para identificar al culpable, que mis jefes ya experimentados me lo enseñarían todo y también que mi nombre lo conocerían todos y que los jóvenes, al igual que yo, estarían deseosos de aprender de mí.
Al saber que tenía la plaza, di por asegurado una vida emocionante.
Cuán ingenua era… dicen que la ignorancia es el peor enemigo de uno.
No sabía cuanta razón tenía ese dicho.
Entré en mi primer día al edificio y recorrí las mesas del trabajo, no encontré a nadie, salvo a un hombre con un mono azul cuya cabeza no veía porque estaba metida en el techo falso arreglando algo.
-Buenos días- saludé, -¿sabe dónde están mis compañeros?- pregunté.
-Ahora mismo en la sala donde hablan todos y comparten lo que han averiguado o algo por el estilo- respondió con tono alegre y sacando la cabeza para señalarme la dirección.
No sé como expresarte ahora a ti cuál fue mi emoción al entrar al ver que estaban en mitad de un caso que había salido hace poco por las noticias. Se trataba de un hombre que había asesinado a su mujer y a la madre de su mujer y luego se había dado a la fuga, cosa poco corriente.
-Este hombre lo hizo a sangre fría y fue premeditado. La causa no fue “pasional” como suele ser, porque lo hacen empujados en un arrebato durante una pelea o trámites de divorcio y dejan cantidad de pruebas que lo incriminan o directamente se suicidan o entregan a la policía. Este sospechoso lo único que lo incrimina de momento es la fuga, pero las pruebas que tenemos hasta ahora sólo son que los vecinos oían a menudo disputas y esta tableta de pastillas vacía- informó un joven policía, pero con un tono de seguridad y seriedad que me convencieron totalmente que era muy eficiente en su trabajo y que si yo pudiese elegir un compañero de trabajo, sería él. Me había cautivado su forma de hablar, (aparte de que físicamente también estaba aprobado, lo admito perfectamente ahora).
-Julián ¿has encontrado algo acerca de esta tableta de pastillas?- preguntó a un compañero.
-Busqué en el piso todos los medicamentos que habían, pero no encontré ninguno que le faltara ese tipo de tableta o que tuviera una parecida. Sin una pastilla o una caja con el nombre del medicamento, esa prueba no nos conduce a nada- negó, advertí que tenía un poco de tripita, así que me figuré de que él no perseguía mucho a los culpables, con que no satisfacía la avidez que tenía entonces.
-Cuando hice un lavado de estómago a las dos mujeres no encontré ningún rastro de pastillas- añadió el forense, un hombre que no daba la impresión de ser el típico gordito que come delante de los muertos, eso me animó.
-Y yo no encontré huellas en esa tableta, el asesino debió usar guantes- apuntó también una mujer rubia que se notaba a lo lejos que se dedicaba por completo al trabajo.
-Teniendo en cuenta que no se ven marcas de golpes en ninguno de los cuerpos ni otra causa de muerte, el medicamento que les obligó a tomar tuvo que ser la causa, debe ser uno de los que no deja rastros- sugirió el director, el que estaba al mando del equipo, el que tenía más edad y parecía tener gravado en la frente “experiencia”. – David, busca una lista de productos o drogas que no dejan rastro y también indaga en las últimas compras que hizo. Maca, sigue buscando el paradero del marido y tú también Julián-ordenó.
Todos se levantaron dispuestos a salir y fue el momento que repararon en mí.



Yo, que puedo decirte, no era motivo de alegrarse, sin embargo, estaba yo ahí, como un niño que le ofrecen un caramelo: un caso bueno y difícil, un equipo motivado y eficaz y yo tendría un papel importante y pronto me uniría a ellos en la fama…

Atentamente,

Elena Rojas

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