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jueves, 13 de agosto de 2015

La sombra ignorada (11)


Buenos días querido lector


Empecemos la mañana!

-Pues yo gano más pasta- aseguró, miré el cuchitril donde vivía, sería un tacaño.
-Vámonos, no es el que buscamos, debe ser alguien que halla estudiado- me apuró David.
-Parecía encajar- me desanimé.
-Seguro que lo ha hecho para despistar, no es la primera vez que me la juega- confesó él, hastiado.

Créeme si te digo de que a pesar de que el hacker nos ayudó y en sí no hacía daño a nadie (físico) me quedó el remordimiento de dejarlo libre a pesar de que nos hubiese traído problemas al relacionarlo con David que en su día tuvo que cogerle y no hacer un trato para que lo ayudara con lo de “La sombra”.

Regresé a la mañana siguiente al trabajo de nuevo, si, cada vez que iba había algo nuevo. Muchas cosas tuvo mi primer trabajo, salvo la monotonía.
Estaban metidos en una discusión cuando llegué, se encontraban tensos, inquietos e insoportables.
Y no me extrañaba.
En todas las salas y habitaciones del edificio las luces estaban encendidas y proyectaban las palabras que estaban escritas en las bombillas y tubos fluorescentes.

“¡Coged al ladrón de mis casos! “

“¡Mi ira caerá sobre todos y se hundirán en ella!”

“¡Si me es arrebatada la gloria yo arrebataré las vidas de este edificio!”

“Nadie se queda inmune cuando se llevan lo que me pertenece!”

“¡Dejad de buscarme!”

“¡Que se realice el reportaje!”


“La sombra”

Con aquellas palabras cargadas de su odio que se leían en todas partes quería asegurarse que sus sombras nos penetraran y nos estremecieran.
Intenté apagar la luz del pasillo, no pude.
-¡Oye tú, desconecta la luz de una vez, desgraciado!- vociferó Julián y a juzgar por la cara asustada del mantenimiento no era la primera vez que se lo gritaban, lo intentaba en vano.
-Otra vez a limpiar- protestó la señora de la limpieza cuando entró.
-¡¿Y eso es lo que le preocupa?! ¡Quiere matarnos!- exclamó Maca, al borde de la histeria.
-Nadie va a morir, simplemente hay que impedir que nos vuelvan a robar los datos de nuestros casos y hacer el reportaje- intentó tranquilizar Santiago.
-Los datos que da “La sombra”, alguien los coge por la noche cuando se va y antes de nosotros llegar, van dos veces ¿y los guardias qué?- quiso saber Enrique, que ya había roto el plástico de sus guantes.
-Quizá los han sobornado, pero no hay tiempo de averiguarlo, mañana mismo vienen a hacer el reportaje, así que esta noche vendremos a montar nosotros mimos la guardia y hoy a dejar todo esto decente y seguir con los casos que nos estamos retrasando- ordenó el director.
-No puedes estar ahí tan tranquilo, dice que nos va a matar si no le paramos la pata al listo que viene por la noche- insistió Julián fumando como una locomotora.
-Puede referirse a que saque la luz lo que tengamos cada uno… depende que oculte cada uno…- determinó Santiago, dirigiéndose a su despacho, subiendo a una silla y rompiendo el tubo fluorescente para no tener sobre su cabeza las amenazas de “La sombra”.

¿Recuerdas lo que te empecé a contar?
Te lo voy a terminar de relatar.

Parecía a simple vista una noche más en que el centro de investigación se vacía y sólo queda los guardias de vigilancia.
Pero aquella no era una noche.
Era la noche.
Ahí estábamos el equipo entero, delante del edificio, esperando entrar tan pronto como los vigilantes se marcharan tras orden de Santiago, en que les daba una larga explicación basado en ninguna verdad.
Todos llevábamos debajo de las chaquetas nuestra pistola correspondiente, esposas y una linterna. Si, fuimos armados y aún así seguíamos nerviosos y con el miedo en el cuerpo.
“La sombra” era una persona, nosotros éramos seis (David también vino, lo lógico hubiese sido que a los demás les extrañara y se mostraran reacios, pero la verdad es que incluso se alegraron porque si “La sombra” arremetiese contra alguno, David era un buen candidato por desobediencia) y seguíamos teniendo miedo.
Entramos en el edificio, lo primero que hicimos fue comprobar las cámaras y las luces, ambas cosas funcionaban, “La sombra” aún no había llegado.
Todos, instintivamente sacamos las pistolas.
-¿Y qué hacemos cuando nos lo encontremos, matarlo? ¿Cómo justificamos luego la muerte, quién nos va a creer?- empezó Maca, nerviosa, dando vueltas en la habitación de las cámaras.
-Pues en defensa propia, no pienso dejar que me mate- contestó Julián, que ahora eso no le preocupaba.
-Puede no venir- sugirió Enrique, deseándolo.
-Vendrá, quiere que se haga ese reportaje y no tiene nada suyo expuesto, se quiere dar a conocer- estimó David, pendiente de las cámaras, sobretodo en las que se veía las entradas y salidas.
-Cada vez que lo hemos esperado no viene, a lo mejor…- insistió el forense.
-¡Deja de decir sandeces! Vendrá- le espetó Julián.
-¿Y por qué ahora darse a conocer?- preguntó Maca.
-Pregúntaselo cuando lo veas- ironizó Enrique, molesto por la conversación.
-Espero haberle pegado un tiro antes-, Maca no soportó el comentario de Julián, enfundó la pistola y abrió la puerta.
-¡¿Adónde vas?!- bramó Julián.
-No aguanto esto ni tengo por qué, renuncio- anunció, decidida al fin.

-¡De eso nada!- gritó él, cogiéndola por el brazo.

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