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jueves, 13 de agosto de 2015

La sombra ignorada (9)

Buenos días querido lector:


Recuperando la normalidad, volvemos a publicar de forma regular (esperemos) empezamos con nueva entrega del relato. Espero que te esté gustando, mientras sigo escribiendo los nuevos artículos y creando el nuevo vídeo que ando en él:


-¿Debería persistir en que quiero hablar con él?-.
-Si, a mí no se me había ocurrido, eso es nuevo para “La sombra”, puede que no te halla contestado porque prefiere antes preparar algo- aventuró, -y…-.
Entré en uno de los cuartitos donde estaban las tazas de váter y cerré la puerta.
Por poco no tiro el móvil.

“Arresta al vecino ya”

Salí y comprobé todas las puertas, en todas estaba escrito para asegurarse que lo leyera.
-Se me ocurre un modo de contactar con él- le dije a David antes de colgar.

Llegué a casa de David pálida, al ver mi cara se asustó.
-Cualquiera diría que has visto un muerto- opinó a modo de saludo e invitándome a pasar.
-¿Recuerdas cuanto te dije que se me había ocurrido una manera de contactar con él?- le recordé.
-Si ¿qué lío has montado?- se figuró.
-Le dejé una nota de que arrestaría el vecino si contactaba conmigo ayer ¿Sabes qué respondió?-.
-Seguramente se habrá enfadado por no ser quien ordena- supuso.
-Dejó escrito: “No olvides quien manda, si el caso no se da por resuelto mañana todo el mundo sabrá qué hiciste”- le revelé.
-Teniendo en cuenta que según tú no has hecho nada, no es tan grave- consideró, pensando un instante.
-David, lo dejó escrito por mi mesa, en el ordenador, en el suelo, en los cristales, en la puerta… todo lo que rodea a mi zona de trabajo y casi no se ve de qué color es el suelo- aclaré.
-Y entonces ha entrado Santi en escena para echarte el alegato y amenazándote- supo David por propia experiencia.
-Y Julián, y Maca y Enrique… a todos le dejó un mensaje de que me controlaran, al forense se lo dejó en el vientre de un difunto- seguí, tapándome la cara con las manos.
A pesar de que no le veía sentía su mirada sobre mí.
-Por cierto, de Enrique no me comentaste nada- desvié yo, para poder levantar cabeza.
-Ah, si, le chantajeaba con demostrar que es alcohólico, pero con olerle aliento cuando estás cerca tienes- se dio cuenta. –No es que te vaya a consolar…- empezó sentándose a mi lado y dándome una palmadita en la espalda, -pero conozco el paradero de José Antonio- anunció.
-¿Y que tienes?- me interesé rápidamente.
-Pues un fiambre, lo vi en las noticias este mediodía, murió en un accidente de tráfico en cadena- contestó. –Y eso significa que nos queda uno-.
-¿Y lo de tu amigo el periodista?-recordé.
-Cuando me llamaste ayer contándome lo que pasó le pedí que lo dejara, no seré o quien le enfade más para que lo pagues tú-.
-¿Entonces qué hago con nuestro caso?- le pregunté, que no podía quitármelo de la cabeza. Me miró con pena porque sabía la decisión que tomaría.
-Voy a estar a tu lado-.

En mi siguiente jornada de trabajo entré con miedo y evitando a todos.
Esto te lo confieso ahora, si hubiera sido en esa época me quemaba las manos jurándote que entré decidida a plantarles cara.
No pude sortear al jefe.
-Ya sé lo que me va a decir y quisiera…- empecé a intentar suavizar el asunto.
-No hace falta, Elisa, si es que no debería haberte juntado con David, que era una mala influencia. Menos mal que has recapacitado- le quitó importancia y sin más se fue dejándome con las palabras en la boca.
Me dirigí a mi mesa, donde el piso todavía tenía rastro de las palabras de “La sombra” a pesar de intentar limpiarlo Doña Mercedes.
-Me alegro que halla cambiado de opinión porque esto no sale- me comentó dándose por vencida.
-Elisa, a partir de ahora trabajas conmigo ¿puedes ir a comprobar que esta sangre se corresponde con esta otra?- me preguntó Maca entregándome las dos pruebas. –Cuando lo tengas avísame y te cuento del caso, voy a interrogar a un par de personas-añadió antes de marcharse.
Me quedé allí, mirando las dos pruebas como una tonta, confusa.
-Se ve que le cae bien- opinó el de mantenimiento, dándole a doña Mercedes un producto fuerte para ver si salían las marcas del piso.
Bajé la cabeza para observar lo que había mirado.

“Gracias”       y al lado una rosa amarilla.

-Pero si no he hecho nada- exclamé, estupefacta, al oírlo el de mantenimiento y la señora de la limpieza huyeron despavoridos, viendo acercarse la tormenta.
-¡¿Cómo que no has hecho nada?!- me espetó Julián, que pasaba en ese momento, -¿y quién mandó a arrestar al enfermo mental que asegura haber salvado al amigo?- me interrogó.
Me encogí de hombros y salí con las dos muestras de sangre para analizarlas y escabullirme.
-¡Santiago! ¡No fue ella!- gritó Julián.
Chivato, ese es la única palabra que se me pasó por la cabeza y deseaba escribírsela en la frente.
El director salió de su despacho, lívido.

-Ya me extrañaba a mí cuando lo vi en las noticias de la noche- confesó David, mientras almorzábamos un bocadillo en una cafetería. -¿Entonces no fue nadie del centro?- había formulado la pregunta por cuarta vez.
-Que no, hemos estado la mañana en eso, la orden de arresto no salió del centro, fue ajena a nosotros. Alguien anduvo por cuenta propia sobre el caso. La cosa es ¿quién?- los dos nos quedamos pensativos, no se nos ocurría nada.
-Vamos, que se está descontrolando todo cuando falta poco para el reportaje- concluyó David.
-¿Reportaje?- me extrañé.
-¿No te lo han dicho? Se nota que están agobiados, unos periodistas le pidieron permiso a Santiago para hacer un reportaje acerca de las instalaciones y como se trabaja, va sobretodo dirigido a los estudiantes para que vean a lo que se van a enfrentar en un futuro- me explicó.
-A lo mejor ha sido anulado- sugerí.

-No, ahora debe dar muchas explicaciones dado la reputación del centro, si lo anula demostraría que las cosas van mal- rechazó.

Atentamente,

Elena Rojas

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