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jueves, 13 de agosto de 2015

Aurora


Buenos días mi querido lector:

Aqui dejo un cuento tierno, a ver que te parece, esta tarde tocará la BIOGRAFIA DE SALAZAR y otro cuento

Una tarde perfecta, como las pintadas en alegres cuadros por inspirados pintores que arrancan sonrisas acogedoras a los que miran.
Así era como lo sentía ella, sentada en un banco y mirando cada detalle hermoso que le rodeaba.
Césped fresco, de color verde tierno que bailaba tímidamente con la brisa juguetona, con sus pequeños pies revoltosos, los niños pisaban el césped, ansiosos por montar en una de las atracciones que les haría creer que montan a caballo o que vuelan. Niños con sus caritas nerviosas y alegres, como la de los angelitos picarones, que señalan con su diminuta mano a las atracciones de vivos colores, iluminadas por luces que atraían la mirada como si fuesen fuegos artificiales; mientras con la otra eran sujetados por padres divertidos y con ojos infantiles tan ilusionados como sus hijos. El cielo, pintado para la ocasión, con azul intenso, mezclándose con el suave lila mientras el tranquilo rebaño de nubes rosadas recordaba a las de azúcar que comían glotonamente los pequeños.
El último detalle, la guinda del pastel, era la viva avioneta amarilla, que lo surcaba con un sonriente piloto y un niño asombrado, gritando de emoción a la vez que miraba hacía abajo a las personas convertidas ahora en hormigas.
A ella sólo se le ocurría una palabra para aquella tarde, perfecta.
Poco a poco los elementos fueron saliendo del cuadro, los padres ya se llevaban a los pequeños adormitados, algunas de las atracciones daban finalizada su magia y las colas de los curiosos chiquillos por montar en la avioneta habían desaparecido.
Pero aún seguía lo más importante para ella, la avioneta.
El piloto descendió de ella, alegre de por fin tocar tierra, se quitó las gafas y se dirigió al banco para descansar un rato, ella permaneció sentada, sin quitar los ojos de la avioneta.
-Buenas tardes, aunque pronto anochecerá- saludó el piloto, contento pero algo agotado.
-No importa, esto es agradable- opinó la joven.
-Bastante ha de gustarle, pues aquí lleva desde el mediodía y no se ha movido de este banco- observó el piloto.
-Cierto- afirmó.
-Aunque intuyo que no es el banco lo que más le gusta- se fijó, -¿acaso quiere montar a “el canario”?- preguntó, la joven se rió por el nombre. –No se ría, le tengo cariño y me recuerda al pequeño pájaro amarillo-.
-Perdón, no gracias, tiene aspecto de estar cansado- rechazó.
-Ya, uno más uno menos, seguro que da menos trabajo que un niño, no obstante son mi mejor clientela- reconoció. Permanecieron un rato en silencio, ninguno de los dos tenía ganas de moverse.
-¿A qué ha venido? Si puedo preguntar- se interesó el piloto.
- Quizá no debería haber venido, pensaba que podría volar, pero no, todavía tengo miedo- confesó.
-Entiendo, es una de esas personas que les da fobia, ¿es muy grande?- cuestionó.
-Descomunal- asintió la joven. –Siempre he evitado el avión como medio de transporte, así que soy justo lo contrario a usted- opinó.
-No creo que sea tanta diferencia, y no me trate de usted, me hace viejo ¿le importa que nos tuteemos?-, ella negó con la cabeza, sin apartar la vista de la avioneta.
-Algunas personas parecen que nacen con ese miedo, u oyen accidentes y les entra el pánico, cosa que respeto, mi propio hermano le da pánico subirse o verme a mí subido- relató, -pero hay otras que es porque le trae un mal recuerdo ¿es tu caso?-, la muchacha siguió mirando indecisa a la avioneta, que parecía susurrarle que se confiara, que estaba entre amigos.
-En realidad no es una cosa ni otra, porque no puedo recordarlo, sin embargo, sé que pasó- empezó, miró por primera vez al piloto, quien debía de ser algo más mayor que ella aunque su cara alegre por naturaleza, con ojos vivaces y labios viciosos a la risa, parecía quitarle edad. Si, parecía afable y apropiado para ser el primero en enterarse del por qué de su miedo.
Quizá no existiese persona en el mundo quien pudiese entenderlo mejor.
-Mi madre es piloto también… era, ya no vuela, dice que ya es mayor para eso. Me gustaría decir que la veía con su avioneta volar y que para mí, de niña, era la mejor y mi heroína… pero yo nunca tuve la oportunidad de verla-, se quedó muda un momento, esperando su reacción.
-¿Y qué le llevó a tu madre dejar de volar? No sé que es para ella volar, pero para mí dejarlo significaría que tendría ganas de dejar de vivir- opinó él, serio.
-No lo sé, no me habla mucho de eso- reconoció, - lo que si sé es que tenía buena fama, trabajaba como guardia forestal, salía con su avioneta a inspeccionar los bosques, sus compañeros decían que era un trabajo aburrido y monótono y estaba desperdiciando su talento, pero ella seguía inspeccionando los bosques un día tras otro y callaba a sus amigos respondiendo que sólo ella debía decidir si eso era un desperdicio. También tenía fama de tozuda- siguió contando pausadamente a la vez que su vista no podía dirigirse nada más que la avioneta. El piloto imaginaba que debía ver a su madre en ella surcando el cielo, otra manera no tendría para verla y cuando no es por la vista y memoria, es por el corazón y la esperanza.
-¿Qué fue lo que se salió de lo habitual?- inquirió para que siguiera.
-No era nada fuera de lo habitual, un pequeño fuego, nada más, estaban los cortafuegos y no había viento. Mi madre salió a apagarlo y no tenía por que haber ningún peligro. Todo realmente empezó cuando ella ya estaba metida en el bosque. Apagó fácilmente el foco. Cuando iba regresando, vio dos más, informó por la radio y dijo que sospechaba que era intencionado porque estaba previsto para la noche fuertes vientos. Desde la central le ordenaron regresar y mi madre obedeció, allí estudiaron el caso y se informó de un foco más. Ya puedes imaginarte, el tiempo era vital, si no los extinguían antes del anochecer, arrasaría el bosque y llegaría a las casas más próximas.
Se necesitaba refuerzos, más avionetas, las pidieron… pero tuvieron la mala noticia de que las más cercanas tardarían en llegar- la chica hizo otra pausa, imaginando a su madre segura y activa, su expresión… momentos antes de decidirlo.
-Tu madre no esperó ¿verdad?- supuso el piloto.
-Muchos que la quieren menospreciar insisten que fue una tozuda irresponsable, pero yo creo que fue valiente y responsable, asumió su deber. Su jefe la dejó porque no tenía por qué entrañar mucho peligro, los fuegos estaban comenzando y aún había calma- insistió. – Nadie pudo prever que pasaría, no fue su imprudencia ni ningún error, simplemente hubo un fallo en la avioneta, no sé exactamente que pasó, sólo que la cola empezó a arder y se vio obligada a descender… tuvo un aterrizaje violento con los árboles, no tuvo tiempo de alcanzar ninguna clarea-.
El piloto lo pudo ver perfectamente, el fuego mucho más cerca de lo que creías, la avioneta cayendo sin control más deprisa que el propio aire silbante…el miedo que atascaba a la mente como el atascado mando que no respondía… la copas de los árboles rozando el cristal, para luego romperlo y notar el sabor de las hojas mientras oías el crujir de las ramas ya astillas por el metal de la avioneta ya abollada.
Un sudor frío te recorre mientras los mejores momentos y la gente que quieres pasan por tu cabeza en milésimas de segundo antes del pensamiento final.
Ante todo lo que prevalece es esa sentimiento, esa pregunta desesperada ante la cruel ignorancia ¿Sobreviviré?
-Cuando mi madre despertó ya era de noche, el fuego ardía por todas partes y con el humo negro y espeso no supo en ese momento que ya había caído el sol, la avioneta estaba despegada del suelo unos siete metros y bajar era imposible, el suelo sólo era mar de fuego, la avioneta temblaba, pronto se caería y se hundiría en ese hirviente mar, sólo tenía una opción y era subir a lo más alto de las copas donde se había estrellado. Consiguió salir de la avioneta y ascender. Sabía que el fuego no tardaría en subir a buscarla y, sin embargo, esa era su única salida temporal, su única esperanza era que alguien la recogiese antes. Pero con aquel humo que era como un manto grueso y opaco…-.
-Aún así salió- le animó el piloto, para que continuara, tu madre es dura de pelar- bromeó, la joven no se rió, él no osó decir nada más.
-Oyó el motor de otra avioneta, se había llevado consigo la pistola de bengalas, disparó. El ruido del motor pronto se hizo más fuerte y el olor a madera quemada más cercano, le quedaba poco tiempo. Sobre ella cayó una descarga de agua, que frenó el fuego el tiempo suficiente, en ese momento pudo ver la avioneta que había hecho la descarga alejarse mientras tenía encima un helicóptero de rescate, el helicóptero no se podía acercar más, pero le tiraron una escalera. Imagínate, fin de la pesadilla que se hacía más lejana con cada escalón que subía y cual no su alegría cuando vio a mi padre al final de ella, tendiéndole la mano- ahora sí esbozó una sonrisa, una agridulce, aquel momento tuvo ser como el final del túnel oscuro en que ves la luz.
-Parte de la copa- se limitó a decir, apoderándose de la rabia, - de la copa donde mi madre se había refugiado- añadió.
-¿Qué pasó con ella?- interrogó el piloto, extrañado.
-Parte de la copa, con todas sus ramas y follaje ardiendo se vino abajo, y una de las ramas se enganchó a la escalera, se trabó… el helicóptero fue arrastrado de lado…-.
-¿Tu madre casi se cae?- sospechó él.
-No, se cayó… lo que me impactó y se me ha quedado grabado en la cabeza fueron sus palabras, el fuego la hubiese devorado si no hubiera visto a mi padre, sacó fuerzas de donde no tenía y con una de sus manos se aferró a la hirviente escalera y con la otra aferró la de mi padre…se había caído, trabado la pierna a la pata del helicóptero, partiéndosela y finalmente deslizándose al vacío… he soñado mucha veces con ese momento- desveló, lo veía claramente.
La copa del árbol vestido con el incandescente fuego, chillando de dolor las crujientes ramas vencidas, desmoronándose.
La carcomida rama, atravesando la escalera, el helicóptero atraído violentamente con el piloto histérico y aferrado el mando como vida en clavo ardiendo.
Su madre cayendo por el humo oscuro, con los ojos hinchados e inundados en asustadas lágrimas.
Su padre, inclinado y con la mano tendida, cayendo de cabeza en un desesperado intento por agarrarse a la escalera con las manos y las piernas a la pata del helicóptero.
El crujir de la pierna rota por el brusco giro del incontrolado helicóptero. El grito de dolor sobre el ruido de las aspas. Su cuerpo maltrecho deslizándose.
Su madre, angustiada, cogiendo con una sudada mano la escalera abrasada, quemándose la mano mientras con la otra cogía la de su padre.
El crujido de dos brazos descolocados.
-A los dos se les descolocó el brazo cuando ella le pudo coger, por el peso y la velocidad de la caída. El fuego corría por la escalera, tenían muy poco tiempo. El helicóptero había recobrado el equilibrio al desprenderse la rama en la caída, el piloto no podía permanecer allí mucho más tiempo- explicó.
El piloto lo iba entendiendo.
-Mi madre quería que subieran los dos, pero mi padre desistió, le decía que no podía subir sólo con un brazo y una pierna, no le daría tiempo, el fuego le alcanzaría antes y el helicóptero no podía esperar, más árboles estaban cayendo y el viento azotaba más fuerte por momentos, moviendo la escalera violentamente. Ella se resistía, se negaba a aceptarlo, entonces intervine…-.
-¿Interviniste?- se quedó perplejo.
-Mi padre le reveló los resultados de una prueba. Mi madre sufría dolores de estómago y no sabía por qué, así que había ido al médico… estaba embarazada, ella pensó que era una trola para convencerla, pues habían estado utilizando anticonceptivos… mi padre le suplicó “salva a nuestro hijo”, el piloto con señas apremiaba, mi madre observó su rostro y supo que era sincero, tuvo que elegir… soltando la mano de mi padre y subiendo rápidamente, sin verlo caer ni siquiera, sólo oyó el zambullido de mi padre cuando cayó a ese mar de fuego- finalizó.
Se había equivocado, el piloto no esperaba eso, la miró piadosamente y sin saber qué decir.
-Eso es difícil de superar ¿qué hizo para seguir adelante?- preguntó al cabo de un rato, sin poder imaginarse bien aquel momento en que una mujer tiene que soltar la mano del hombre que ama, condenándolo a morir.
-No lo hizo, yo creo que no se quitó la vida para cuidarme, pienso que tiene que luchar día tras día con eso, y yo estaría en su lugar cansada de luchar, pero ella es más fuerte que yo. Aunque debe ser como usted, ahora que no vuela no tiene ganas de vivir… sin embargo sigue ahí, apoyándome-.
-¿Te trasmitió el miedo?-.
-Puede que sí, puede que no, temo que vuelva a pasar algo malo si lo hago. Además si ella no lo supera… yo menos- concluyó.
El piloto se quedó pensando, absorto hasta el punto de que la joven se levantaba y se despedía.
Cuando se dio cuenta, ya ella estaba casi fuera del parque y se marchaba a casa.
Era esta su oportunidad de enmendar su error.
Montó rápido en “el canario” y lo puso en marcha, puso en marcha el motor y empezó atravesar la parte del descampado sin despegar, deslizándose con las ruedas.
-¡Eh! Un momento ¡espera!- llamó, ella se giró y retrocedió asustada, el frenó.
-Quizá tu madre necesite ayuda, un aliento, un ánimo. No pienses que si ella no lo supera tú tampoco ¿por qué no al revés?-, asustada negó y se dio la vuelta, alejándose a paso ligero.
El piloto descendió y corrió hasta alcanzarla.
-Puedes hacerlo, si tú puedes mi hermano podrá, no fui del todo sincero antes, bueno, más bien que no lo conté todo… un día daba una vuelta a mi hermano, era más pequeño que yo y me admiraba, yo acababa de obtener la licencia y le di un paseo… empecé a hacer cabriolas y él comenzó a asustarse, quería bajar, pero no le escuché y seguí a lo mío, di todo una vuelta a la avioneta, en el momento que estuvo al revés chilló de miedo y quiso aferrarse a mí… perdí el control y el aterrizaje… fue penoso, la avioneta quedó por debajo hecha trizas- relató nervioso y rápido.
-¿Te culpa? La familia de mi padre culpa a mi madre.
-Si, ni me habla, con que no he podido ayudarle, permíteme intentarlo contigo- suplicó.
La chica observó a la avioneta, el piloto todavía no le había convencido mucho, pero “el canario” parecía tener vida y le daba la sensación que era ese amigo que te espera a que te des cuenta que lo has tenido siempre delante de ti y no te habías dado cuenta hasta ahora.
Un sí tímido que apenas asomó por sus labios fue suficiente para verse acto seguido subida a “el canario” y antes de ella considerarse preparada, despegada del suelo.
Cerró con sus manos temblorosas los aterrorizados ojos y durante momentos interminables se quedó así.
Entonces ocurrió, notaba como si flotara plácidamente y aquel lugar fuese más seguro que la tierra que había abandonado por primera vez.
Apartó las manos, luego abrió los ojos.
La nuca del piloto, eso vio largos minutos. Aguantando la respiración se atrevió a girar la cabeza, ya casi había anochecido, el azul intenso había pasado a marino, el sol travieso ya estaba casi escondido, las nubes eran grisáceas como si fuera humo que sale de una chimenea. Ya alguna estrella presurosa la saludaba.
Antes de darle permiso a sus ojos, estos ya se habían fijado en el suelo.
Algo lejano, algo pequeño. Muy diminutos los árboles, bastante encogidas las atracciones.
Nada.
Lo esperaba ver.
Pero nada, no veía el miedo ahí abajo.
Sorprendentemente no lo encontraba.
Pero si otra sensación.
Estaba segura que ahora estaba más cerca de su madre que nunca, aquella sensación lo había experimentado su madre más de una vez.
Este mundo era nuevo y ofrecía un horizonte más amplio y hermoso, todo aquello lejano e inalcanzable parecía casi chocar con ello: las estrellas, el sol, el propio cielo… una nube atravesó y notó su humedad por su cara. La vista de un pájaro tenía ahora ella, aquella carretera era mucho más amplia y sólo era para ella.
Gritó de júbilo.
-Por cierto, aún no me has dicho tu nombre- le recordó, -yo soy Darío-.
-Cuando mi madre aterrizó y salió del helicóptero era la aurora del día. Así que me llamó Aurora- gritó para ser oída.
-Entonces siempre has pertenecido al cielo, te estaba esperando- exclamó riendo.
Aurora llegó corriendo a casa, era tarde, su madre debía de estar acostada, pero iba a despertarla. Subió las escaleras de dos en dos escalones, al llegar, casi choca con ella.
-¡Mamá! Que susto, te esperaba dormida-.
-Con el ruido con el que has entrado- comentó, pensó que estaría enfadada, pero extrañamente tenía una cara que nunca había visto.
-Estaba soñando- comenzó su madre, bajando las escaleras tranquilamente, -volaba en una avioneta amarilla, sobre un parque… y llegaba al bosque, verde, precioso. Allí se encontraba tu padre, le recogí y me lo llevé al cielo, cerca del sol y me dijo “cariño, ya nos ha salvado nuestra hija”, así que se levantó, caminó por el aire hacía el sol… me despertaste entonces- contó.
-Hoy he volado en “el canario”, una avioneta amarilla- le anunció su hija.
En la aurora del día Darío vio complacido junto a su hermano asombrado, que había ido a verlo en esa misma noche, como madre e hija volaban, parecía que sólo había pasado un día. En la aurora de ayer, la madre se bajaba, y en la de hoy, despegaba de nuevo, y al igual que la vez anterior, acompañada de su hija.

Atentamente,

Elena Rojas

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