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domingo, 16 de agosto de 2015

La sombra ignorada (13)

Buenos días querido lector:


Seguimos con la siguiente entrega del relato,

-Esta… ahí- susurró, lívido, señalando la sala de interrogatorio… las pisadas llegaban hasta la puerta.
-¿Has disparado?- inquirió David.
-No… pude, sólo vi una sombra pasar rápido y decirme que les esperaba ahí dentro… yo… sólo soy un forense… esa sombra me da más miedo que un cuerpo descuartizado- contestó, medio bloqueado y apretando la herida de Julián, quien ya le faltaba fuerzas y había soltado la pistola.
David y yo intercambiamos una mirada acólita y nos acercamos a la puerta. Nos situamos uno a cada lado.
-¿A qué esperan?- nos invitó una voz dentro.
David se puso frente a ella y le dio una patada entrando y con el arma en alto, yo le seguí alumbrando con la linterna y con el arma preparada.
-¿A qué esperan?- repitió la voz que provenía de una grabadora.
Me di la vuelta y Enrique nos cerró en mis propias narices.
-¡Lo siento! Me está apuntando con un arma, me obligó- pude escuchar antes de alejarse con pasos presurosos.
-¡Vuelve!- rugí, forcejeando con la puerta. David y yo intentamos embestirla, inútil.
Disparamos contra la cerradura, inútil.
Contra los cristales… inútil, era antibalas.
-Je… Santiago no mintió, si que se gastaron el dinero para asegurar la sala- comentó David.
-Mira, la puertilla del conducto de ventilación está abierto- señalé.
-Enrique pudo abrirla para despistarnos. Para hacernos creer que “La sombra” entró y él no lo vio salir y ahora le tenga a él. O que sea cierto lo que dice y efectivamente salió por ahí- barajó David.
-Sólo hay una forma de averiguarlo, si pasó por ahí, las pisadas deben estar- señalé. David juntó sus manos para hacerme un apoyo al pie y alcanzar el conducto de ventilación. Enfoqué con la linterna.
-No hay ningún rastro, o Enrique miente o “La sombra” para salir se quitó el calzado y esperó en algún rincón oscuro apuntando a Enrique- propuse entrando.
-Buena… jugada… lo de las…pisadas- jadeó al subir al conducto levantando su cuerpo con los brazos y entrando. Yo no tenía espacio para darme la vuelta y ayudarle.
No sé cuanto tiempo estuvimos en el conducto de ventilación, apenas se podía avanzar por él de lo estrecho que era y nos movíamos con cautela para no hacer ruido y alertar a “La sombra”.
-Definitivamente no pasó por aquí- me di cuenta al pasar por la cuarta ventanilla, que era tan pequeña que sólo un niño pequeño cabía por ahí.
-Nos preparó una trampa para que estuviésemos rato aquí… la verdad que no teníamos otro remedio… y él lo sabía- se figuró, rabiando.
-Sabrá por donde saldremos y puede esperarnos y en lo que saltamos dispararnos- imaginé.
-Pues no bajemos en la primera sino en la segunda, ya está bien de seguirle el juego- dictaminó David.
Y así lo hicimos.
Apagamos las linternas para no ser descubiertos y no pronunciamos palabra.
La única luz que nos alumbraba era la que entraba por las ventanas, procedente de farolas de la calle.
En el tiempo que estuvimos en el conducto “La sombra” se había asegurado de que al amanecer y cuando llegase los periodistas para hacer el reportaje se enteraran de que aquí había algo…
Había grabado su nombre en las paredes, en los suelos en el mobiliario, en los baños, en los espejos…
Y todos los casos retrasados resueltos.
A veces al pisar nos resbalábamos con la sangre fresca de sus pisadas…
También había escrito su nombre con sangre cerca de los cuerpos caídos.
Julián ya había expirado.
Su arma no estaba.
Ni la de Enrique.
Voces.
-En la cámara de los muertos- me susurró David al oído.
Nos dirigimos allí a trote y tratando de no hace ruido.
¡Disparo!
Oí un cuerpo caer.
David y yo encendimos las linternas, corrimos, escuchamos nuestras pisadas, armas preparadas, una linterna se apagó dentro de la cámara, abrimos la puerta, “La sombra” en la ventana, disparamos…
Las balas rebotaron en la ventana ya vacía.
David se alongó por la ventana y disparó a lo único que distinguió, una sombra que desparecía por las escaleras de incendio y entraba por otra ventana.
-¡Maldita sea! Tan cerca…- bramó rabioso.
-¡David! ¿Y si fuera Maca? “La sombra” empezó a actuar cuando ella desapareció a pedir ayuda… y ya debería haber venido esa ayuda- apunté, señalándole el cuerpo de Enrique, metido en una de las cámaras que se abren tirando por el manillar de la puerta, estaba a medio cerrar y Enrique tenía manos y pies atados y una bala en el estómago.
-¿Quién le iba a decir que él acabaría guardado junto con los otros a los que le hacía la autopsia?- opinó David, -si, tiene que ser Maca, no hay nadie más- sus piró al fin mientras salíamos.
-¡David! ¡Elisa! ¡Enrique! ¡¡Socorro!- gritó Maca.
Corrimos guiados por la voz.
Pronto se acabaría el juego.
Llegamos a uno de los pasillos comunes, Maca corría en dirección opuesta, hacía nosotros.
A cinco metros, David y yo nos paramos y la apuntamos.
Ella paró y también nos apuntó.
-¿Qué hacen? Bajad las armas- exigió, sin bajar la suya.
-No esperes eso de nosotros, baja tú la tuya- ordené, ninguno la bajó.
-Hay que dejarse de tonterías, “La sombra” está aquí, viene a por nosotros, me tuvo atada y me dio un golpe cuando bajaba por la escalera- relató, respirando con agitación.
-Ya, “La sombra” ha actuado desde que te fuiste- sentenció David.
-Te juro que yo no soy, estaba con los dos cuando mató a Santiago y David- nos recordó.
-Ellos pudieron matarse pensando que el otro era “La sombra”- expuse.
-¡¿Qué?!No… ¿Y Enrique?- se dio cuenta.

-Muerto- contesté, parecía muy asustada pero tenía bastante presente que “La sombra” era buen actor o actriz que había estado engañando a los demás durante años.

Atentamente,

Elena Rojas

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