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jueves, 13 de agosto de 2015

La sombra ignorada (10)

Buenas dias querido lector:


La siguiente entrega, perdon por el retraso, pero he visto que el aviso de alerta seguía operativo.

Vamos allá:

-Entonces ¿vamos a la dirección que tienes del último candidato?- propuse al ver que habíamos terminado.
-Si, antes de que salten las chispas podría acercarnos a la identidad de “La sombra”- afirmó cogiendo su chaqueta.

Te ahorraré el largo rato que nos llevó encontrar la dirección, nos equivocamos un par de veces ya que parábamos delante de una pequeña residencia de la tercera edad y pensábamos que no porque el tal Ricardo no tenía edad todavía para unirse.
-Tengo que haber cogido mal la dirección, Ricardo tiene cincuenta años, no creo que tan mal esté para ya estar ingresado en una residencia- insistió él al ver que me bajaba.
-Nada cuesta preguntar- opiné yo antes de cerrar la puerta del coche y entrar.
Al poco salí para indicarle que entrara.
-Creo que tendremos que ampliar la búsqueda a otras regiones- se resignó David, descorazonado cuando vio a Ricardo postrado en una cama y en coma.
-Hola queridos, mira Ricardo, esta pareja ha venido a visitarte- nos saludó la enfermera y siguió hablando con el hombre mientras le ponía unas flores modestas.
Por alguna extraña razón ni David ni yo le corregimos en lo referente a la pareja.
-No, hoy no ha venido tu sobrino pero seguro que viene mañana, como todos los miércoles- siguió ella.
-¿Sobrino? ¿Podríamos hablar con él?- preguntó inmediatamente David.
-¿Podría hablarnos de él y su sobrino?- añadí yo.
Hubiese sido perfectamente normal que se extrañara y nos interrogara, pero se le veía que era un pedazo de pan y un tanto ingenua.
-Ricardo, el pobrecito, me lo trajo su sobrino, en los hospitales públicos no podía estar, necesitan la cama que ocuparía y no podía permitirse uno privado, así que  pidió si se podía dejarlo aquí aunque esto sea una residencia humilde. Se lo permitieron porque pagaba  y además… no molesta demasiado, a veces mueve las manos y…-.
-¿Y su sobrino?- le cortó David, sonriendo para no ser descortés.
-Ah, un joven muy majo, viene a verlo los miércoles…-.
-Mañana- susurré.
-Está muy unido, no es que sea cotilla, es que voy a correr las cortinas o a cambiar las sábanas…-.
-Si se le ve muy bien atendido, yo diría que incluso parece contento- apoyé yo.
-Cierto, entonces a veces le oigo y me llama la atención de que en vez de tío le llama mentor, se le ve que lo quiere mucho y… ¡miren! Ahí está, esta vez se adelantó-.
Nos volvimos inmediatamente.
No vimos a nadie.
-Perdonen, mi vista ya no es lo que era, será que hablando de él…- se excusó la enfermera.
-No se preocupe, gracias por todo- me despedí, ya que David había salido disparado a buscar.
-No le engañó la vista, era él y si se dio la vuelta fue porque nos reconoció, se ha adelantado porque se están revolviendo las cosas y algo trama, mañana no vendrá- aseguró David cuando lo alcancé.
-Si es así dejará muestras de su enfado al ver que nos hemos acercado mucho. Además piénsalo ¿seguirá así el resto de su vida, en el anonimato? Quiere ser grande…- empecé a insinuar.
David paró, no se le había ocurrido.
-Y tú mencionaste el reportaje… excelente ocasión y más si pronto le descubrimos- continué.
Me cogió de la mano y echó casi a correr al coche, encendió el motor y salió.
-¿No sería mejor intentar coger al sobrino?- opiné viendo que se alejaba a gran velocidad.
-Sería perder el tiempo, no va a dejar que lo cojamos, debe conocer la residencia muy bien y nosotros no- negó, estaba nervioso.
-Puede que incluso sea él quien dio la orden de arresto para el vecino- se me ocurrió.
-Si así fuera no te daría las gracias, se ve que creyó que fuiste tú y montará en cólera cuando se entere. Además “La sombra”, con ese nombre, es como que no quiere que se le reconozca, una sombra es oscura, ambigua y está detrás de las personas… nunca es como ellas- razonó, confuso.
-Puede darse a conocer y no identificarse- argumenté, aceptó esa posibilidad.
-¿Por qué? ¿Por qué ahora y no desde el principio?- formuló la cuestión para sí mismo.
-El verdadero interrogante es quién es ese sobrino, hay que averiguar sobre él antes de que “La sombra” pueda borrar rastros- apunté yo.
-Por eso vamos a casa de un amigo-.

Resulta que ese amigo (que no era tan favorecido como David) era hacker.
 -David… si le pillan… es ilegal- susurré, inquieta.
-Ah, que nuestra investigación lo es- me recordó.
-¿Tu amiga no será poli? Por la jeta es capaz que me arresta- desconfió él.
-No, si encuentras lo que buscamos- desafié.
-Entonces no corre peligro, nombre del tipo- pidió.
-¿Te vale el del tío?- le preguntó David.
-Ah, poniéndome a prueba, escupe- asintió.
-Ricardo Montoya Hernández-.
-Fue un poli científico- anunció.
-Lo sabemos- comenté, me miró mosqueado.
-Ahora está en coma en la residencia…-.
-Lo sabemos- le volví a interrumpir.
-¿Entonces a qué has venido a preguntarme? Tu amiga es una enterada- opinó dirigiéndose a David.
-Sigue así y seré yo quien te arreste, sobrino, concéntrate- le exigió David. Se volvió al ordenador.
-Oye nena, ¿no me arrestarás si no encuentro nada? La voluntad cuenta- valoró al ver que la información había sido ocultada.
-Venga hombre, algo tendrás si no ¿cómo te las ingeniaste para dejar sin electricidad a medio Madrid hace tres años?- pinché yo.
-David, no vuelvas a traer a amigas y yo no sé nada de eso- rehuyó intentado conseguir los datos.
-Aquí, tengo algo… es un pardillo, se llama Juan Manolo y ha trabajado de todo: camarero, repartidor, frega-platos, obrero…solterito y ya cuarentón. ¿Y este causa problemas?- lo dijo con desprecio.

-Eh, más honrado que lo tuyo es- objeté.

Atentamente,

Elena Rojas

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